Los latinoamericanos necesitamos mirar más China

Por Juan Pablo Silva

Economista y analista de mercados


 

¿ Cómo empieza esta historia?

Durante los últimos veinte años, en China se desarrolló un proceso migratorio donde más de 300 millones de personas abandonaron el campo para habitar en las ciudades; fue probablemente el proceso migratorio más grande en la historia de la humanidad. Además, dicha migración sentó las bases para lograr altas y sostenidas tasas de crecimiento económico. El concepto, básicamente, fue traer mano de obra a la cuidad y con ella desarrollar la industria y el consumo.

El migrante, una vez inserto en la ciudad, necesitó buscar y encontrar su espacio, es decir, especializarse; como consecuencia, la economía se volvió más productiva y eso hizo que la sociedad fuera más rica, lo cual significó un aumento en la demanda por materias primas.

El desarrollo económico generó un boom por consumo e inversión, lo que hizo que la demanda de acero en China saltara de 150 millones de toneladas en el año 2000, a 950 millones en 2021, y el sector vivienda ocupó entre el 25 y el 30% de toda la economía.

Desde el punto de vista macroeconómico, el desarrollo económico chino tuvo repercuciones positivas en las economías de LATAM. Primero, la mayor demanda por materias primas impulsó la inversión, pues al haber más inversión extranjera el dólar se debilitó, lo que hizo que aumentaran las importaciones y el consumo; además, las tasas de interés se mantuvieron bajas y eso motivó aún más la llegada de capital fresco.

Pero también hubo implicaciones negativas, dado que el desarrollo industrial en China fue vertiginoso y allí gobiernos regionales y el central subvencionaron empresas, lo que les permitió alcanzar niveles de costos impensados para el resto del mundo. Esos nuevos niveles de precios lograron un mayor acceso a bienes de consumo, sin embargo, las industrias de LATAM,  y en general las de todo el mundo, fueron las principales víctimas de ese proceso que se llamó desindustrialización.

A modo de ejemplo, el precio del acero durante el año 2000 era de aproximadamente US600 dólares por tonelada, pero 15 años después, dicho costo se redujo a un mínimo histórico de US290 dólares por tonelada; en consecuencia, muchas siderúrgicas debieron cerrar porque era imposible sostenerse a ese nivel. Estados Unidos y Europa acusaron a la industria siderúrgica de China de dumping y, en parte, algo de verdad había. En un principio, la industria siderúrgica china no se hizo cargo de las externalidades negativas del proceso productivo, y fue así como ciudades tipo Beijing o Tianjin pasaron a ser de las más contaminadas del mundo.

Con el pasar del tiempo, la industria siderúrgica china inició una etapa de consolidación hasta que, actualmente, las siderúrgicas estatales poseen cerca del 60% de la producción total del país y se han comprometido a disminuir las emisiones de carbono, como parte del proceso productivo.

A partir de 2015, el proceso económico en China se fue haciendo cada vez más complejo y ya no era tan fácil mantener altas tasas de crecimiento. Producto de ese fenómeno fue que la deuda, tanto corporativa como del Gobierno, se creció como la espuma. Con la llegada de Donald Trump a la Presidencia de EE.UU, la guerra comercial también llegó y se vio reflejada en las cuotas y aumento de las  restricciones para las exportaciones chinas a EE.UU. Luego, en 2020, la pandemia por el COVID-19 complicó más el panorama desde el punto de vista social, y el Gobierno diseñó una estrategia de cero tolerancia al virus, que está causando serios problemas de estrés y desconfianza en la población.

Hoy en día, China ha entrado en una desaceleración profunda, producto de su política de cero tolerancia al virus y de la crisis del sector inmobiliario. Sin embargo, el 23 de octubre pasado ocurrió un hecho de suma relevancia para la economía de ese país oriental y para los ojos de LATAM. Esto porque, como se esperaba, el presidente chino Xi Jinping extendió su gobierno hasta 2027, pues fue ratificado como Secretario General del Partido Comunista.

Sobre Xi Jinping

Xi Jinping es el líder más poderoso del mundo. Nació en 1953 y es hijo de Xi Zhongxun, quien fuera un importante dirigente del partido Comunista y compañero de lucha cde Mao Zedong. Al llegar la revolución cultural, el padre de Xi cayó en desgracia al interior del partido y su hijo, de tan solo 15 años, fue exiliado a las zonas rurales para que aprendiera las labores de los campesinos, entre 1969 y 1975. En ese periplo Xi logró interiorizar cómo era la China profunda y, luego de la muerte de Mao (1976), vuelve a Beijing, donde asistió a la universidad para estudiar Ingeniería Química; más adelante hizo un doctorado en teoría marxista.

La experiencia en terreno, la gestión administrativa en condados, ciudades y provincias fue fundamental en su trayectoria política puesto que, a pesar de provenir de una clase política y privilegiada, Xi tuvo que hacer su carrera política desde abajo. Después de tres años en Hebei, el joven profesional emprendió su camino rumbo al sur, hacia la provincia de Fujian, donde conoció a su actual esposa, Peng Liyuan, una conocida cantante con quien contrajo matrimonio al poco tiempo de andar juntos.

Xi siempre se ha caracterizado por su cautela y prudencia, no utiliza vehículos de lujo ni ha vivido en grandes mansiones; en una entrevista hace 22 años dijo : “Yo miro más allá de lo superficial: el poder, las flores, la gloria y los aplausos. Veo lo que hay detrás de ello, lo voluble de la naturaleza humana. Ello me permitió comprender la política en un nivel más profundo”.

Como buen exponente de la política actual, Xi Jinping es consciente de la potencial influencia que podría ejercer su país en el mundo, de hecho, durante su discurso en la cumbre de Davos, en 2017, señaló que “aplicar el proteccionismo es como encerrarse en una pieza oscura”; y también planteó que la globalización económica había sido un instrumento para la reducción de la pobreza mundial y que, por otro lado, el multilateralismo es un camino efectivo para promover la paz y el desarrollo.

En China, debido a su complejidad (diversidad, extensión, clima), los funcionarios públicos son medidos y evaluados por el buen o mal  desempeño durante las crisis; dicen que es ahí donde realmente se puede ver el caracter y la capacidad de liderazgo de un dirigente.

Necesitamos aprender de China

Para los latinoamericanos debería ser prioritario conocer más sobre China, y los chinos, por su parte, tendrían que abrirse a este continente un poco más.  Es cierto que la pandemia hizo que ese proceso de conocimiento mutuo se retrasara pero, de alguna forma, tanto ellos como nosotros debemos avanzar y acercar las visiones que unos y otros tenemos sobre la sociedad.

Históricamente, Estados Unidos y Europa han sido nuestros principales socios comerciales, pero vale la pena analizar cómo nos ha ido con tales socios: hemos acumulado deuda con ellos, nos miran como sub-desarrollados y a veces, incluso, se involucran en la administración de los gobiernos.

Alexis de Tocqueville, durante su viaje a EE.UU, después del cual escribió: “Democracia en las Américas”, reflexionó profundamente sobre el modelo de democracia en EE.UU y concluyó que sus habitantes servían a su propio interés. Esto también lo argumentó Adam Smith, señalando que la suma del interés individual, el libre intercambio y la competencia llevarían al mejor bienestar posible. Volviendo a Tocqueville, luego viajó al sur de EE.UU y se encontró con la esclavitud, que era un fenómeno aún peor. Tocqueville observó que los esclavos negros eran un bien muy preciado, pues sus condiciones eran miserables pero mejores que las de los negros libres en el norte de EE.UU; todo esto porque la inversión en el esclavo era cuantiosa.  Eso, al pensador francés le pareció espantoso: ¿Cómo podía ser que una persona libre viviera en una situación terrible y que el esclavo estuviera materialmente mejor?. Para vivir materialmente bien tenías que ser esclavo, y sí querías gozar de la libertad, entonces la miseria era el destino.

Con mis propios ojos he visto que algunos latinos que van a buscar una mejor vida en EE.UU consiguen dos, incluso tres trabajos, y el nivel de consumo los supera, es un modelo que vive para consumir cada día más y más. Hablan de “conciencia verde,” pero basta con ver las carreteras y el tipo de auto que manejan… el transporte público es para el ciudadano de segunda clase y, al menos en lo que pude observar, los niveles de integración son bajos, es decir, aún se observa racismo.

¿Es ese el modelo económico y social que queremos para LATAM?

Del modelo chino sería bueno aprender que el desempeño del funcionario público se evalúa sobre como enfrenta las diferentes crisis; ser funcionario público es una carrera evolutiva, no un cargo que se obtiene a través del tráfico de influencias ni de operaciones políticas, de hecho, los chinos nos pueden dar una clases sobre la conformación del funcionario público.

De los chinos también deberíamos aprender la capacidad construir, desarrollar, integrar y comercializar; todo visto como una cadena evolutiva, un sistema interdependiente, donde cada aspecto está ligado. Los latinos entendemos muy bien sobre los sistemas interdependientes, están en nuestras novelas, en nuestra poesía; y también se puede observar nítida y claramente en nuestra naturaleza; el gran problema es la falta de organización y, como dice Tocqueville, que “nos hemos dejado llevar por el interés propio”.

 

Cuadro 1: China proceso de urbanización.

Serie anual 2000-2021.