Una forma de Liderazgo diferente

Carta de la Dirección
David Barros C.
Director Ejecutivo


 

La humanidad experimenta una falta de confianza que afecta todos los ámbitos del ser y se manifiesta en la decepción social, en el escepticismo hacia quienes son los llamados líderes y agudiza la crisis de la sociedad. Esta crisis es alimentada por un sentido de pérdida y de falta de propósito que solo se mitiga cuando, a veces, los valores materialistas les dan sentido a las metas de las personas.

Esta situación lleva a las organizaciones a que se tornen complejas, conflictivas, y a que desemboquen en retos permanentes que desgastan a sus miembros y los distraen del cumplimiento de los objetivos estratégicos. Incluso, en algunos casos, conllevan a que aquellos llamados líderes minen la confianza de los otros e incurran en actos de corrupción.

Colombia y la humanidad en general necesitan líderes que satisfagan el deseo del ser humano de obtener dirección adecuada y oportuna en situaciones de confusión e incertidumbre. Es por eso que el concepto de liderazgo ético cobra vida en el contexto actual, llamando la atención a incentivar las virtudes del liderazgo en sí, tal como reconoció el investigador estadounidense James MacGregor Burns desde el año 1978, en su libro Transforming Leadership, cuando resaltó que el factor ético promueve que la función esencial de un líder estriba en ayudar a sus seguidores a ser mejores. De esta forma, siguiendo con Burns, el factor ético se convierte en determinante para la transformación de las personas en agentes de cambio.

Los líderes éticos son capaces de guiar teniendo como base el respeto y no por el poder representado en el cargo que ostentan. El líder ético, con su ejemplo, demuestra que respeta la libertad de su equipo de trabajo y les transmite valores a las personas que lo acompañan. Realmente, este estilo de liderazgo genera prestigio y admiración de parte de sus colaboradores a quien lo adopta como suyo y lo ejerce.

Algunos pueden pensar que esta postura de liderazgo, en la realidad, dista de los negocios. Sin embargo, los beneficios para una organización y para la sociedad en general cuando se aplica el liderazgo ético son evidentes, pues contribuye decididamente a la generación de valor en los diferentes procesos productivos y en el más importante capital de una organización: el humano.

Este tipo de organizaciones generan confianza entre sus empleados, y sus productos y servicios se identifican como sinónimos de buena calidad, por lo tanto, de reputación positiva en el mercado. La práctica de la que hablamos produce beneficios económicos y consolida, a largo plazo, el ‘Good Will’ o buen nombre de una empresa. De igual forma, aumenta el desempeño y el rendimiento de los colaboradores porque sus líderes, con su ejemplo, inspiran a ser mejores por medio de los valores que representan, los cuales son dignos de emular.

Está claro que el liderazgo ético contribuye de manera positiva en lo social y en lo económico. Y desde CAMACERO lo promovemos como aquel que necesita ejercerse en Colombia de parte de las empresas que conforman la cadena de valor del acero, como respuesta a los desafíos que enfrenta nuestra sociedad.

Esperamos que los dirigentes que vengan, mantengan una integridad basada en su conducta honrada y justa, con una orientación de interés sincero por responder eficientemente a las necesidades de salud y educación. Además, que creen un ambiente económico propicio para las condiciones de la libre empresa, que representen condiciones justas para todos condenando la corrupción y, en conclusión, devolviéndole la confianza y la esperanza a una sociedad ávida de contar con un verdadero sentido de liderazgo ético-práctico y funcional. De esta manera, todos en la sociedad y aquí incluiremos a los “menos favorecidos”, y las clases empresarial y política se verán como factores de impacto positivo.

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